Vacúneme despacio, que tengo prisa

Tras meses acumulando muertos, confinamientos y pérdidas económicas, la llegada de una vacuna contra el coronavirus antes de Navidad sería el mejor regalo, de no ser porque, en cuestiones de salud, las prisas siempre son un mal consejero. Y es que son varios los expertos que han manifestado su preocupación porque los procesos de aprobación estén yendo demasiado rápido.
Ante los espectaculares resultados preliminares de los candidatos de Pfizer y Moderna, la semana pasada ambas compañías solicitaron la Aprobación de Uso de Emergencia (EUA) a la Agencia del Medicamento de EEUU (FDA), que evaluará sus solicitudes el próximo 10 de diciembre. Si la información resulta favorable, la primera afirma que podrá empezar a distribuirla en cuestión de «horas».
«Solo hay una oportunidad para hacer esto bien. Si lo hacemos mal, estamos perdidos», alertó el abogado Sheldon Toubman en la última reunión del Comité Asesor de Vacunas y Productos Biológicos Relacionados de la FDA. En las casi nueve horas que duró la sesión,
los miembros debatieron si la EUA representa la vía más adecuada para autorizar una vacuna contra el coronavirus. Y, para muchos de ellos, la respuesta es no.
La principal diferencia de una Aprobación de Uso de Emergencia frente al proceso normal es que requiere menos datos y que estos se recopilan antes de que el ensayo haya finalizado. Por eso, mientras la vía estándar requiere una «evidencia sustancial» de eficacia, los productos aprobados mediante EUA solo deben demostrar que «pueden ser
efectivos». Y es esta falta de solidez la que preocupa a los expertos.
No cabe duda de que la razón para relajar las normas estriba en la gravedad de la emergencia sanitaria.
Quizá el caso más famoso y lamentable de una Aprobación de Uso de Emergencia concedida a toda prisa haya sido el de la hidroxicloroquina. No había mucha información para respaldar su uso en ese momento. Más tarde, cuando quedó claro que suponía un riesgo, pero no ofrecía beneficios, la FDA se retractó.
Pero, más allá de los riesgos potenciales de salud pública, los expertos temen que una EUA desemboque en una crisis de confianza entre la población. «Una vacuna que no haya ganado suficiente confianza de la sociedad tendrá una capacidad limitada para controlar la pandemia, por muy eficaz que sea», advierte el asesor sanitario Clint Hermes.
Sucesos como el de la hidroxicloroquina sumados a la velocidad récord a la que avanzan las investigaciones, están provocando que la gente sea cada vez más reacia a vacunarse.
Entre mayo y septiembre, la proporción de estadounidenses que no dudaría en administrarse una vacuna se redujo a la mitad, y eso que todavía no tenemos ninguna.
Está claro que todos queremos acabar con el coronavirus cuanto antes, pero, como dijo una vez, «la rapidez es una virtud que engendra un vicio, que es la prisa». Así que, por muy grave y urgente que sea la situación, será mejor que no nos entren las prisas, más vale llegar tarde que no llegar nunca.

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